La importancia de dejar huella en tu vida
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El podio de los triunfadores

 

 

 

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22.09.2024
Jesús Portilla
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Disculpadme, pero creo que debo compartir mi alegría. Me hace feliz compartir mis momentos buenos.

¿No os ha pasado el sentir envidia al ver una persona alegre, sonriente, feliz, que se cruza en tu camino y te transmite algo que tú también desearías?

¿A quién no le encanta compartir la alegría de un amor, de un examen aprobado, de un buen contrato de trabajo, de un éxito, de una felicitación, de cualquier cosa que le haga feliz? ¿No corremos todos a contarlo?

A mí me hace feliz y me llena de alegría, ser un buen esposo, padre, abuelo, amigo; también ser un buen trabajador y un buen jefe; pero sobre todo, ser un buen cristiano. Y todo esto me gusta contarlo porque cuando eres un buen cristiano, lo demás sale sin darse uno cuenta al estar tu corazón con Dios. Es raro que uno haga todo eso bien y no lleve a Dios consigo.

Algunos dicen que este no es un espacio para hablar de Dios. Pero todos vemos que también se habla de política, de inmigración, de ecología, de musculación, de alimentación sana, del calentamiento global, de hijos, de familia, de normas, de generosidad y hasta de guerras.

Y es que los cristianos somos incómodos, muy molestos. En el trabajo, somos rebeldes contra la injusticia, la falta de honestidad o el abuso de poder. Con los amigos, porque procuramos corregir al que yerra. En la familia, porque reprendemos pretendiendo ser personas con principios, defendiendo los valores humanos y no dejándonos llevar por un mundo desnortado.

Somos muchos los que creemos que Dios debe estar en todo eso para que el mundo mejore. Dios no ha desaparecido aunque algunos así lo crean, y es nuestro deber seguir mostrando que existe con nuestra forma de pensar, de decidir y de hacer.

Hay muchos que cada día acuden al gimnasio para cuidar el cuerpo, pero la pena es que se olviden de fortalecer el corazón, el espíritu, el alma, cuando eso también cuida el cuerpo y mucho. Entenderían esa alegría que comento si asistieran a la Eucaristía, rezaran alguna oración o simplemente hicieran una visita a una iglesia y pidieran al Señor, entender lo que no entienden.

Por eso los que nos hemos convertido, los que hemos conocido a Jesús, los que hemos sentido esa alegría, esa paz, deseamos compartirlo y que los demás también participen de ello, lo vivan, lo sientan, para que recobren esa felicidad perdida. Uno desea contagiar esa alegría allá donde esté. Compartir todo ese entusiasmo desde el corazón.

¡Y cuánto de eso hace falta en el mundo laboral! Da pena ver tanta cara triste, agobiada, presionada, humillada y explotada porque algunos han cerrado completamente su corazón y priorizan la ambición, la soberbia o el poder.

¡Qué falta le hace a España volver al catolicismo! Recuperar los valores humanos, los principios, la justicia, la moral, el amor...

Importa más el qué dirán, que lo que Él dirá.

Hay quienes buscan un gurú, un influencer, un consejero, un asesor. A mí me alegra haber encontrado todo eso en Jesús, y además gratis. Él es el que dirige mi plan de vida. 

Antes, en casi todas las casas, en los colegios, hospitales, comercios y hasta en algunas empresas, había un Crucifijo o una imagen de la Virgen, y en el día a día uno se sentía acompañado, protegido y hasta las penas eran menos o se llevaban mejor. Todo eso ha desaparecido diciendo que está pasado de moda y que era cosa de abuelos. No entiendo el perjuicio de tener esas imágenes. ¿Quién dice que ya todo esto está pasado de moda? ¿De verdad alguien cree que el tener Fe es una moda? 

Alguien me decía un día que ese Padre Celestial llevaba dos mil años sin hacer nada por este mundo. Pero eso es como si un hijo que está totalmente perdido, que ha hecho mil y un destrozos y anda metido en cantidad de líos, le echa la culpa a su padre después de que no ha obedecido ni ha hecho ni caso a ninguna de las recomendaciones, consejos y advertencias desde que era pequeño. Yo creo que no deberíamos echar la culpa a quien no la tiene.

Yo te invito a hacer esa visita a una iglesia. Lo mismo con esa simple visita y con tus preguntas a Dios, obtienes las respuestas que buscas y entiendes nuestra alegría, mi alegría. Lo mismo recibes una mirada cariñosa, penetrante; una mirada de amor que seduce y cautiva. La mirada de Jesús no se detiene en el pasado, solo le interesa lo que esa persona está llamada a ser.

A mí me hace feliz estar a su lado y te invito a probar. ¡Qué vas a perder!

No creo que mis palabras hayan ofendido a nadie, pero si es así, le ruego me disculpe. Mi intención ha sido simplemente compartir mi alegría.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

29.08.2024
Jesús Portilla
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Mucho se habla de éxito de uno y otros.

No se puede estar vendiendo constantemente el triunfo, el llegar a lo más alto, el aplauso, salir en los titulares, o conseguir la medalla de oro de cualquier manera.

El éxito verdadero es hacer bien aquello que te propongas, con el esfuerzo que requiera. El hacerlo bien es lo que tiene el mérito, lo que merece el reconocimiento y la medalla. Cualquier otro tipo de éxito es una mentira, es un engaño, una farsa.

Ser un alto ejecutivo dando empujones, poniendo zancadillas, cogiendo atajos o echando las culpas de los errores a los demás, no es tener éxito, ni haber triunfado en el mundo de los negocios.

Un empresario no puede decir que ha tenido éxito cuando en sus prácticas laborales existe el abuso, la explotación, la ilegalidad, la injusticia, la falta de honradez o de principios, sin referencias morales.

No es un éxito haber conseguido un pedido, un nuevo proyecto o un nuevo contrato, falseando datos, sobornando, engañando o prometiendo lo que no se va a cumplir.

Nadie debe conseguir el éxito periodístico contando mentiras, tapando verdades o manteniendo el silencio.

No se puede llamar éxito llegar a la cima tirando piedras a los que venían detrás, empujar al que corre a tu lado, o simplemente desacreditar o menospreciar a quien vale más que tú.

Un equipo de cualquier deporte que gana poniendo zancadillas, haciendo faltas y engañando al árbitro, nunca puede considerarse un éxito; eso no sería una copa ganada, sino una copa robada.

Todo esto, es como quién se felicita por haber conseguido un título, una licenciatura, un doctorado o una oposición, después de haber tenido información privilegiada o copiado en el examen.

El verdadero éxito, el verdadero triunfo, lo que merece la medalla de oro, la copa, los honores y el reconocimiento, es cuando el objetivo se ha conseguido lícitamente, con honor, siendo auténtico, actuando en conciencia, con justicia, con honradez, sin engaños; proporcionando el mejor servicio, la mayor calidad y el mejor producto sin ambicionar grandes beneficios, reconociendo el esfuerzo y el trabajo del equipo.

Hoy son los trabajadores los que buscan buenas empresas; empresas serias, honestas, con principios, que no engañen ni a clientes, ni a proveedores, ni a empleados y procuren la fidelidad laboral. Que su éxito no lo basen en hacer trampa para ganar dinero, ahorrando en calidad, en servicio y en sueldos, abusando del poder.

Lamentablemente muchos de los éxitos que nublan la mente —principalmente de los jóvenes—, no merecen el aplauso, sino un sonoro abucheo y el descrédito absoluto. Debemos dirigir bien a los jóvenes.

Alguien decía que es absurdo que la verdad genere tantos enemigos y la mentira tantos seguidores. Es difícil combatir la mentira. Hay que ser valiente para decir la verdad y defenderla.

Como comentaba Jaime Mayor Oreja en una entrevista: «se requiere y se necesita la transformación personal de cada uno, una jerarquía de valores, la dignidad del trabajo, defender nuestras raíces. Porque no todo vale».

«No nos debemos avergonzar de nuestros principios. Debemos sentirnos orgullosos». (Papa Benedicto XVI)

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

09.08.2024
Jesús Portilla
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No nos damos cuenta, pero lo que vamos haciendo en nuestra vida, ahí queda para bien y para mal.

El otro día, un antiguo compañero de trabajo, se despedía de la empresa dando gracias a todos y cada uno de los que se habían cruzado con él en ese camino, haciéndole madurar y haciéndole crecer, tanto profesionalmente como personalmente.

Esto me ha hecho recordar que este compañero, hace ya unos años, quiso contar conmigo para unos temas personales. Sí es cierto que tenía algún contacto con él, pero no me esperaba que quisiera contar conmigo. Algo vería en mí de lo que yo no fui consciente. 

Comento esto, porque uno no sabe la huella que va dejando en su quehacer diario y en su trato con las personas con las que se mantiene contacto. Lo que está claro es que lo que se dice, lo que se hace y lo que se deja de hacer, llega a los ojos y a los oídos de unos y de otros dejando un ejemplo, un testimonio o una semilla que al final crece y da su fruto.

Todo esto me lleva a compartiros este artículo de mi blog, de hace unos años.

Léelo en un par de minutos, y no olvides:

Esparce el bien y déjalo crecer. Siempre llega el día en que esa semilla da su fruto. Pero ten cuidado, porque si esparces el mal y lo dejas crecer, también dará su fruto, pero ese fruto estará podrido.

Lucha por el bien común, el bien para todos.

No podemos caer en la desesperanza, Tener paciencia y confiar nos hará ver el fruto.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"