La importancia de dejar huella en tu vida
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El podio de los triunfadores

 

 

 

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04.03.2024
Jesús Portilla
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Servir es el arte supremo para empresarios, altos ejecutivos, políticos, médicos, profesores, profesionales de cualquier sector, padres, madres...; es decir, para todos. 

Tal vez esto sorprenda cuando muchos piensan  que son los demás los que les deben servir, y la paradoja es que cuanto más alto es nuestro nivel, más es nuestro deber de servir.

Servir es el arte supremo que todos deberíamos poner en práctica en nuestras vidas. Pero esto no es fácil de entender. Más bien sí es fácil de entender pero no nos interesa hacerlo. Más bien entendemos mucho mejor que cuanta más gente tengamos alrededor para que nos sirva, muchos más felices seremos.

Pero lo entendamos o no queramos entenderlo, la vida es un servir continuo y eso es lo proporciona satisfacción, alegría y da un verdadero sentido a nuestra vida.

Todos tenemos la obligación de servir allá donde estemos.

El servir de un médico. ¿Podríamos entender esa vocación sin servir a los pacientes? ¿Sin ponerse en el lugar de ellos? ¿Sin escucharles? ¿Sin mirarle a los ojos? ¿Sin estudiar sus síntomas y recetarle o aconsejarle lo mejor?

El servir de un profesor. ¿Un profesor sin servir? Un profesor que no sirve a sus alumnos entregando su sabiduría, sus dones y capacidades a cada uno de sus alumnos, dejaría de llamarse profesor y habría equivocado su profesión.

El servir de un abogado. ¿Y no está dedicado a servir un abogado desde que le adjudican un caso, una defensa, un cliente...? ¿Qué abogado puede pensar que su trabajo es para que le sirvan a él?

Pero esto no queda ahí. ¿Podría entenderse que un empresario, un jefe, un compañero, no tienen que servir al cliente, al equipo, a sus empleados, aportando cada uno su experiencia, sus conocimientos para el mejor funcionamiento de la empresa, el mejor entendimiento entre todos y obtener los mejores resultados en el producto o servicio a ofrecer?

Cuando un gran empresario, un líder, un jefe, un funcionario, un  militar, un policía, un político.., piensa en ejercer ese cargo, trabajo o función para ser servido, no ha entendido para qué ha sido elegido.

¿Podríamos olvidar el arte de servir de un padre y de una madre, el arte de servir de un matrimonio entre ellos mismos, el arte de servir con los hijos? Cualquiera que tenga hijos sabe que la verdadera felicidad está ahí.

Hasta los deportistas, los artistas y las celebridades; aunque pudieran creer que están ahí para gozar del servicio y atención de todos, no deberán olvidar nunca que sirven y tienen que servir a todos aquellos que esperan de ellos mismos lo mejor —lo mejor de su arte—, y por supuesto a todos aquellos que pueden tener a su servicio, mostrando su categoría como personas independientes de su éxito, de los galones, medallas, copas o diplomas que hayan ganado.

El servir de un dependiente de una tienda, de un camarero, de un peluquero, de un vigilante, del personal de limpieza.., puede parecer que son puestos más destinados a servir que otros que nos parezcan de mayor categoría. Pero ni debe ser así y además —no por ello—, los que somos servidos o atendidos debemos mostrar también nuestro arte de servir con la amabilidad, el comportamiento, la educación, el respeto y el agradecimiento.

La autoridad, la categoría o el estatus se muestra en el arte supremo de servir de cada uno.

Cuando uno está pendiente de las personas y de las cosas, está preparándose para ver las necesidades y servir. ¿Tenemos una mirada servicial?

Todos debiéramos darnos cuenta de la obligación y la importancia que tiene nuestro propio servir.

Esta reflexión está inspirada en esta meditación.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

13.02.2024
Jesús Portilla
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Estamos hartos, cansados, desilusionados, vacíos, desesperanzados, pero no podemos desfallecer. Abandonar nunca es la solución.

Si la semilla se queda en el granero no puede dar fruto. La semilla que no se siembra no puede producir fruto.

Este mundo necesita sembrar semilla buena con nuestro ejemplo, nuestro ánimo, nuestra sonrisa, nuestro bien hacer, nuestra buena disposición y ayuda a quien lo necesita. 

Este mundo necesita nuestra semilla de amor, de bondad, de escucha, de generosidad. 

Este mundo necesita sembrarlo de cercanía, de cariño, de ilusión de esperanza, de verdad.

No podemos cansarnos de sembrar. Podemos pensar que al no ver el fruto en el tiempo que estimamos, el fruto se ha perdido, pero sin embargo, cuando no desfallecemos, las raíces siguen creciendo escondidas bajo la tierra y llega el día en que vemos florecer lo sembrado. 

¿Vamos a esperar a que otros siembren o vamos a sembrar nosotros? Hemos nacido para sembrar, hacer crecer las raíces y recoger fruto. Si esperamos a que otros siembren, sin saber la semilla que utilizan, ¿qué frutos esperamos recoger?

Nosotros debemos decidir la mejor semilla para plantar en la mejor tierra y darle los cuidados que necesita para su crecimiento grande y provechoso.

Siempre deberemos tener presente y decidir qué semilla vamos a plantar, porque tanto si es buena o mala, veremos sus frutos.

Nuestra formación, crecimiento espiritual y personal, así como el de nuestros hijos, no podemos ponerlo en manos de cualquiera, ya que debe estar en nuestra mano. 

Tenemos que decidir qué, dónde, quién y cuándo, porque de todo esto dependerá el buen fruto. 

Da igual que hablemos del aspecto laboral, de la familia, de los amigos, de la educación... El mundo necesita nuestra siembra continua, para que ni la cizaña, ni las malas hierbas lo ahoguen.

¿Cuántas veces las raíces que se echan en el trabajo no parecen producir frutos? ¿Cuántas veces las semillas que con ejemplo dejamos caer sobre nuestros hijos, parecen no florecer? ¿Cuántas veces el tiempo dedicado a ese amigo perdido, parece inútil? ¿Cuántas veces el sacrificio, los esfuerzos al amor puesto en algo o en alguien, no se le ve crecer las ramas?

No podemos cansarnos de sembrar, porque así nunca podremos ver el fruto.

Solo la semilla que no se siembra, no crece.

El mundo nos necesita. ¿Vamos a dejar de sembrar?

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

20.01.2024
Jesús Portilla
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Un millón de gracias por ese millón de visitas a mi blog, El Podio de los Triunfadores. 

Cuando decidí escribir este blog no podía imaginar las visitas que llegaría a tener pasados los años. Solamente quería compartir experiencias que pudieran aportar un granito de arena, sobre todo a aquellos jóvenes que buscaban su camino y el sentido de sus vidas en aquel grupo de tutorización.

Por los comentarios, a lo largo del tiempo he podido comprobar que no solo eran jóvenes sino todo tipo de lectores de mayor o menor edad. Y no es que hayan sido muchos comentarios para ese millón de visitas, cosa que parece que cuesta compartir, pero sí me puedo sentir orgulloso porque la gran mayoría de los artículos publicados, tocó corazones, transmitió esperanza, y pudo ayudar de una manera u otra, siendo este mi verdadero objetivo.

También es verdad que me vino el desánimo en ocasiones, queriendo abandonar las publicaciones y dejar de contar mis reflexiones, llegando a considerarlas aburridas, repetitivas y que tal vez no tocaban la fibra de nadie. Pero teniendo a Dios en mi vida —como saben la mayoría de mis lectores—, parece que Él mismo no me permitía desfallecer, porque cuando estaba decidido a dejar de publicar, siempre surgía un comentario de alguien, el cual me mostraba su agradecimiento por la ayuda que le habían transmitido mis palabras. Y eso sí que tocaba mi corazón pensando que esa inspiración que me venía directamente del cielo —siendo yo un mero instrumento—, también le podría estar ayudando a otros tantos en su caminar.

Es verdad que nunca sabemos lo que unas letras, una conversación o una mirada pueden transmitir. Está claro que nos cruzamos con unos y con otros porque tenemos que cruzarnos, porque el momento necesita de nuestra presencia allí, y porque podemos ser nosotros los portadores de la respuesta que se espera o venir de la persona que tenemos en frente.

No dudemos que somos meros instrumentos —cada uno con esos dones recibidos gratuitamente—, y nuestras acciones están dirigidas para ponerlas al servicio de los demás de una forma o de otra.

Aunque tan solo el 0,1% de ese millón de visitas a mis diferentes artículos, haya llegado a quien le tenía que llegar en el momento que necesitaba un cierto mensaje, me llena de satisfacción y gratitud haber puesto ese granito de arena o esa pequeña semilla allá donde alguien la solicitaba. Tengo claro que esto no es obra mía, sino del Maestro que me lleva de la mano. Yo solo soy un humilde instrumento.

No soy nadie, tal vez esa pequeña gota en el océano que con sus ondas procura —en esa inmensidad— empujar y participar en la construcción del mundo, para que mis humildes acciones puedan significar algo importante, dejando huella allá por donde pase.

Decía Santa Teresa de Calcuta: «Que nadie se acerque jamás a ti sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz». ¿Y por qué no seguir esta máxima?

Que nuestras palabras, que nuestras acciones, que nuestras miradas procuren siempre hacer sentir mejor y más feliz a quien vayan dirigidas.

«Dios no llama a los que son capaces, sino que capacita a los que llama». 

Nuevamente, UN MILLÓN DE GRACIAS.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"