La importancia de dejar huella en tu vida
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El podio de los triunfadores

 

 

 

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29.08.2024
Jesús Portilla
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Mucho se habla de éxito de uno y otros.

No se puede estar vendiendo constantemente el triunfo, el llegar a lo más alto, el aplauso, salir en los titulares, o conseguir la medalla de oro de cualquier manera.

El éxito verdadero es hacer bien aquello que te propongas, con el esfuerzo que requiera. El hacerlo bien es lo que tiene el mérito, lo que merece el reconocimiento y la medalla. Cualquier otro tipo de éxito es una mentira, es un engaño, una farsa.

Ser un alto ejecutivo dando empujones, poniendo zancadillas, cogiendo atajos o echando las culpas de los errores a los demás, no es tener éxito, ni haber triunfado en el mundo de los negocios.

Un empresario no puede decir que ha tenido éxito cuando en sus prácticas laborales existe el abuso, la explotación, la ilegalidad, la injusticia, la falta de honradez o de principios, sin referencias morales.

No es un éxito haber conseguido un pedido, un nuevo proyecto o un nuevo contrato, falseando datos, sobornando, engañando o prometiendo lo que no se va a cumplir.

Nadie debe conseguir el éxito periodístico contando mentiras, tapando verdades o manteniendo el silencio.

No se puede llamar éxito llegar a la cima tirando piedras a los que venían detrás, empujar al que corre a tu lado, o simplemente desacreditar o menospreciar a quien vale más que tú.

Un equipo de cualquier deporte que gana poniendo zancadillas, haciendo faltas y engañando al árbitro, nunca puede considerarse un éxito; eso no sería una copa ganada, sino una copa robada.

Todo esto, es como quién se felicita por haber conseguido un título, una licenciatura, un doctorado o una oposición, después de haber tenido información privilegiada o copiado en el examen.

El verdadero éxito, el verdadero triunfo, lo que merece la medalla de oro, la copa, los honores y el reconocimiento, es cuando el objetivo se ha conseguido lícitamente, con honor, siendo auténtico, actuando en conciencia, con justicia, con honradez, sin engaños; proporcionando el mejor servicio, la mayor calidad y el mejor producto sin ambicionar grandes beneficios, reconociendo el esfuerzo y el trabajo del equipo.

Hoy son los trabajadores los que buscan buenas empresas; empresas serias, honestas, con principios, que no engañen ni a clientes, ni a proveedores, ni a empleados y procuren la fidelidad laboral. Que su éxito no lo basen en hacer trampa para ganar dinero, ahorrando en calidad, en servicio y en sueldos, abusando del poder.

Lamentablemente muchos de los éxitos que nublan la mente —principalmente de los jóvenes—, no merecen el aplauso, sino un sonoro abucheo y el descrédito absoluto. Debemos dirigir bien a los jóvenes.

Alguien decía que es absurdo que la verdad genere tantos enemigos y la mentira tantos seguidores. Es difícil combatir la mentira. Hay que ser valiente para decir la verdad y defenderla.

Como comentaba Jaime Mayor Oreja en una entrevista: «se requiere y se necesita la transformación personal de cada uno, una jerarquía de valores, la dignidad del trabajo, defender nuestras raíces. Porque no todo vale».

«No nos debemos avergonzar de nuestros principios. Debemos sentirnos orgullosos». (Papa Benedicto XVI)

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"

09.08.2024
Jesús Portilla
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No nos damos cuenta, pero lo que vamos haciendo en nuestra vida, ahí queda para bien y para mal.

El otro día, un antiguo compañero de trabajo, se despedía de la empresa dando gracias a todos y cada uno de los que se habían cruzado con él en ese camino, haciéndole madurar y haciéndole crecer, tanto profesionalmente como personalmente.

Esto me ha hecho recordar que este compañero, hace ya unos años, quiso contar conmigo para unos temas personales. Sí es cierto que tenía algún contacto con él, pero no me esperaba que quisiera contar conmigo. Algo vería en mí de lo que yo no fui consciente. 

Comento esto, porque uno no sabe la huella que va dejando en su quehacer diario y en su trato con las personas con las que se mantiene contacto. Lo que está claro es que lo que se dice, lo que se hace y lo que se deja de hacer, llega a los ojos y a los oídos de unos y de otros dejando un ejemplo, un testimonio o una semilla que al final crece y da su fruto.

Todo esto me lleva a compartiros este artículo de mi blog, de hace unos años.

Léelo en un par de minutos, y no olvides:

Esparce el bien y déjalo crecer. Siempre llega el día en que esa semilla da su fruto. Pero ten cuidado, porque si esparces el mal y lo dejas crecer, también dará su fruto, pero ese fruto estará podrido.

Lucha por el bien común, el bien para todos.

No podemos caer en la desesperanza, Tener paciencia y confiar nos hará ver el fruto.

Muchas gracias por estar aquí y compartirlo. "Solo podemos iluminar el mundo si transmitimos luz""Solo podemos dejar huella con nuestra acción continua"
21.07.2024
Jesús Portilla
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Creo que los diferentes apuntes del autor de este artículo os pueden aportar más que mis propias palabras para saber como ser alguien magnánimo.

«Me he encontrado a lo largo de mi vida muchas personas apocadas y pusilánimes que carecen del valor para asumir los retos que les plantea la vida. Personas que, ante cualquier problema, dificultad o desgracia, prefieren agazaparse, permanecer en la mediocridad de la vida y no afrontar los retos que ésta les plantea».

«El ser humano no ha sido creado por Dios para la comodidad sino para alcanzar grandes retos. Frente a la pusilanimidad surge la virtud de la magnanimidad, ese valor del ser humano que lleva a buscar lo grandioso y honorable de la vida, incluso aquello con apariencia de obstáculo insalvable».

«Cuando trato de ser magnánimo de acuerdo con unos valores y unos principios me estoy poniendo al servicio del bien y unos ideales mayores que los propios»

«Un anhelo de mi corazón es convertirme en alguien auténticamente magnánimo, no conformarme con lo que soy, sino ir en búsqueda de la perfección como cristiano y como ser humano».

«¡Señor, que sepa acoger en mi corazón la virtud de la magnanimidad! ¡Dame un corazón grande de ánimo capaz de hacer el bien, repartir lo propio, devolver más de lo que recibo, ser prudente en mis acciones, manifestar siempre la verdad, no quejarme nunca, perdonar de corazón, amar sin contrapartidas, preocuparme más de la verdad que de los chismes y de la opinión parcial, no gloriarme por el triunfo o por la alabanza de los demás, estimar poco el poder, desapegarme de lo material!»

«¡No permitas que me acobarde por las situaciones de la vida y afronte con valentía la vida según mis capacidades!»

Aquí puedes leer el artículo completo

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